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Mostrando las entradas de marzo, 2020

El Bautizo

Cuando el gato llegó a nuestras vidas, teníamos solo dos días viviendo juntos, nos habíamos mudado a un pequeño apartamento en el Barrio Sur de la ciudad de Montevideo, una ubicación privilegiada, tenemos a tres escasas cuadras la bahía y a unas cortas cinco cuadras la avenida 18 de Julio. Yo estaba negado a tener una mascota de manera tan acelerada, en parte porque cuando rentamos este acogedor techo nos informaron de manera muy clara y seria, que no se permitían tener mascotas, y además porque los dos tenemos realmente poco tiempo para estar en casa, se nos va la juventud en el trabajo y en el estudio, por ende me resultaba un poco cruel someter a un animalito al amargo suplicio de la soledad.  Sin embargo un día Victoria me dijo a modo de chiste, que iba a adoptar un gato, conozco lo suficiente a esa muchacha de mirada perdida para saber que cada "broma" tiene una pincelada de realidad y que más temprano que tarde aparecería con un felino. Debo admitir que al principi

El arte de observar

Luego del trajín bondadoso de bautizar a Ron, empecé a observarlo con mucho detenimiento. Hace muchos años cuando vivía en un pequeño pueblo llamado Mérida, junto a mi abuela Catalina, mi madre y mis hermanos; vino una gata a parir en la casa. Yo tendría unos escasos y alegres 10 años, probablemente Lucas mi hermano mayor pueda corregirme de manera acertada; lo cierto es que de esa camada solamente sobrevivió una pequeña gata que Catalina llamaba "Susy" con cariño, era blanca como la nieve que cubre los picos de las montañas merideñas cuando es agosto, y cuando hace frío.  El acercamiento con Susy fue lo más próximo que tuve a criar un gato, pero no recuerdo su mirada de cachorra, no recuerdo sus ojos, no recuerdo las huellas de sus patas, ni tan siquiera logro recordar su andar. Lo que si recuerdo con claridad fue que murió envenenada junto a una perrita que teníamos, trágico desenlace, ya lo sé. Pero al encontrarme con la desmemoriada crianza de la gata que murió joven

Ron conoce la marihuana

Ron era una diminuta bola de pelos que de a poco venía generando un vinculo con nosotros, tenía aún pelo de cachorro que parecía pelusa inerte, lucía como un gato montes de ojos azules que se quedó pasmado y tierno. Era una tarde fresca de primavera, corría un viento amargo y denso, los nubarrones eran grises, taciturnos y no se le veían intenciones al cielo montevideano a cambiar su talante, a Ron le preparábamos una suerte de bolsa caliente artesanal que no era más que una media rellena de arroz común que se calentaba en microondas y de esta manera intentamos asegurar el sueño caliente y plácido del pequeño animal. En nuestro humilde hogar es costumbre recibir invitados y esa tarde fue un personaje al cual le tenemos mucho cariño pero que su nombre prefiero no mencionar; luego de una conversación rodeada de mates y risas, el invitado el cuestión nos pidió permiso para encender un cigarrillo hecho de marihuana en la casa, nosotros no encontramos ningún problema y accedimos en conjunt