MDMAMOR

Cuando terminé con Daniel lo único en lo que pensaba era en estar en la soledad de mi cuarto, mirando al techo y reflexionando sobre lo estúpida lo que fui al confiar en ése imbécil, luego de haber estado más de ocho años juntos tomó la decisión de irse con una de mis mejores amigas, bueno, capaz no éramos tan amigas, pero sinceramente cuando uno tiene el corazón roto y el orgullo por el piso es muy fácil confundir las cosas. Cuando terminas una relación tan larga más que lamentarte por los momentos lindos, por lo aprendido y compartido, te empiezas a lamentar por el tiempo invertido que nadie te devolverá, por lo pendeja que fuiste y por tener que explicarle a tus familiares cercanos, lejanos, y a las amistades que te quedaron; que no hay vuelta atrás y que estás bien, aunque todos sepan, incluyéndote, que no es así. 

Digo esto de los amigos que van quedando principalmente porque luego de estar ocho años con un hijo de puta, todas las amistades convergen, mutan, "tus" amigos pasan a "nuestros" amigos y viceversa, así funciona primordialmente el sistema amistad/enamorados; y cuando una relación se acaba, lamentablemente, se hace una separación de amistades implícita, los que se van con unos saben que no pueden juntarse en la presencia del otro para evitar, además de violencia, momentos incomodos para todo el mundo. En esa separación tuve la suerte de quedarme con mi más antiguo grupo de amigas, compañeras leales y fuertes hasta que sus pantaletas se lo permitían; lo digo sin ningún tipo de maldad porque honestamente estoy consciente de lo que ellas son capaces de hacer por mi bienestar, pero en ese evento de mutación y mezcolanza social que transcurrió por ocho malditos años, dos de ellas se emparejaron con amigos del tarado de Daniel, eran un par de drogadictos simpáticos que según ellas, las cogían de maneras que nunca imaginaron ser cogidas, y que por eso, más que por proyecciones exitosas con respecto al amor, le aguantaban sus conversaciones banales sobre las distintas cepas de marihuana que consumían y lo genial que estaban esas fiestas de música electrónica a las que iban. Yo no le encontraba ningún sentido a tal razonamiento, pero quizás nunca había tenido un amante que me hiciera pensar de esa forma. 

Un día, maldito día, mis amigas me invitaron a un rave que se celebraba a las afueras de la ciudad, me pidieron llevar ropa ajustada porque en esos sitios probablemente encontraría a alguien, aparte me pidieron que llevara dulces y una crema. Con honestidad confieso que no quería ir a un rave, nunca me gustó la música electrónica, no quería ir con planes de cogerme absolutamente nadie y no entendí la necesidad de llevar dulces, ni mucho menos la excentricidad de llevar una crema a una fiesta, sin embargo, pensando con la herida de mi corazón, decidí acatar cada una de las solicitudes de mis amigas porque valdría totalmente la pena que los hipotéticos enamorados de mis amigas, ergo, los amigos de Daniel, pudieran verme como una mujer superada, sin sufrimiento, que no extrañaba al inútil de su amigo y que además estaba más feliz de lo que había estado en ocho años.

Mis amigas llegaron a casa para maquillarnos y vestirnos todas juntas, era una especie de ritual que hacíamos antes de salir, yo había comprado una botella de vino tinto chileno para amenizar el ambiente y que ya estuviéramos algo más entonadas antes de entrar al festival, pero ésta vez curiosamente, las alcohólicas de mis amigas no querían beber, me resultó extrañísimo y les pregunté bastante ofendida: "¿Ahora sus novios no las dejan beber?" Y me brincaron con la excusa más vacía que tenían: "Pasa que no tenemos ganas." Por supuesto que las ataqué de una manera extraordinaria, porque no hay mayor ofensa para alguien que compra una botella de vino tinto que rechazarla, luego de una serie de preguntas intensas se confesaron y me aclararon el por qué: tenían planeado consumir pastillas, por ende lo más recomendable era no ingerir alcohol, debido a que uno de los efectos de MDMA era una especie de golpe al hígado, que te deshidrataba, y además no querían confundir el efecto del alcohol con la supuesta gloria que sentían al consumir el éxtasis. 

Yo francamente solo había probado alguna vez la marihuana, de resto solo alcohol para socializar, como vicio serio tenía el café que era obligatorio para cada mañana y luego de cada almuerzo, pero de resto me mantenía bien al margen de ese universo. No sé si fue por presión porque sinceramente ellas nunca me ofrecieron, o tal vez porque quería aparentar estar completamente normal frente a los amigos de Daniel, pero les dije que yo quería probar de esas capsulas. Sus reacciones fueron de grata sorpresa y sus ojos se transformaron en astros que iluminaban la habitación, terminamos nuestros maquillajes y los muchachos estaban esperando afuera de mi casa para partir. Efectivamente me puse la falda más corta que tenía, lleve una cantidad absurda de caramelos y dentro de mi bolso había una crema hidratante de manos que le afané a mi madre. 

Dentro del auto tuvimos conversaciones bastante formales, los tipos me preguntaban como me había ido, en que andaba y como llevaba la separación, respondí todas con una sonrisa falsa y mentiras lógicas porque mientras más me preguntaban más recordaba a Daniel y más lo extrañaba, claro que no podía mostrar debilidad y debía mostrarme como superada, alegre, animosa. Llegamos al sitio que era una especie de hacienda alejada de la ciudad, la música retumbaba hasta más no poder y obviamente empecé a sentirme incomoda, los bullicios nunca han sido mi fuerte, yo era una muchacha que prefería mil veces sentarse en la sala de una casa con música moderada y cantable, que ir a una discoteca y gritar para que me entendieran la mitad de una oración, pero ahí estaba y ya no podía echarme para atrás. 

Todas las personas que estaban ahí tenían una actitud amigable, todas con lentes de sol en plena noche y con una botella de agua en la mano. El escenario era hermoso, tenía una iluminación exorbitante, unas bocinas del doble de mi tamaño que emanaban ensordecedores alaridos; estaba abriendo el concierto un DJ local cuyo nombre no logro recordar, pero los cambios dentro de su performance no eran para nada sorprendentes, obviamente yo no era la persona más adecuada para criticar el trabajo de ese muchacho, pero mis compañeros parecían estar de acuerdo cuando expuse mi opinión, me dijeron que esperara al principal, que era un hombre moreno y mayor que se hacía llamar Carl Cox, yo nunca había escuchado de él, pero se suponía que era de los mejores en el mundo de la música electrónica, aunque no tenía mucha fe, esperé ansiosa que ese señor me sorprendiera.

Carl Cox era el sexto y último en la lista del festival, se esperaba que entrara entre las doce o una de la madrugada, eran las nueve de la noche y entre tanto despelote me sentía más ansiosa, estábamos todos bailando al ritmo de una música que no entendía y les juro que nos resultaba casi imposible comunicarnos, una de mis amigas notó mi incomodidad e hizo un par de señas a los hombres del grupo, se miraron entre ellos como afirmando que era el momento, y nos fuimos todos al fondo de la hacienda, allí sacaron unas pastillas de varios colores y formas, amarillas que parecían Pac-Man, rosadas de Hello-Kitty y verdes con formas de dinosaurios. Parecían vitaminas para bebes e incluso dudé de las capacidades de esas pastillitas para generar euforia, alegría o lo que fuese que hicieran. 

Le pedí a uno de los muchachos que me explicara con exactitud que tipo de efectos tendría en mi cuerpo y como me iba a sentir, cuanto duraría y qué debía hacer para no tener efectos contraproducentes; él arrancó cual avezado orador a explicarme que el éxtasis o MDMA era conocido como la droga del amor, que te hacía sentir tranquilo y que gracias al tipo de música y a la iluminación que habían en estos festivales, se producía una sinergia que acentuaba el efecto de la droga, aumentando las capacidades para socializar y desinhibirse de los problemas exteriores, una felicidad sin motivos aparentes, empatía con el universo, sensación de paz interior, alteración del sentido del tiempo y lo más importante, mejora de la sexualidad. También me dijo que los efectos empezaban a sentirse aproximadamente a la media hora y que se iban del organismo a las tres horas de haberse consumido.

Sin más preguntas que hacer y con algo de nervios en mi psiquis, procedimos a tomar, yo por ser mi primera vez tomé media porción de Hello-Kitty, escogí esta forma porque supuse que sería la más amigable con mi organismo. Fuimos al epicentro del asunto con estridentes gritos y canciones que parecían ambientación de película Polaca postapocalíptica, la gente estaba con unas sonrisas colosales y algunas tenían unos movimientos de mandíbula bastante extraños, poniendo más atención a los demás, me di cuenta además de que todos estaban drogándose, que no era solo con pastillas, algunos estaban con cocaína, otros con cristales de metanfetaminas y otros más atrevidos que se les veía disfrutar más la fiesta porque hacían uso indiscriminado de varias drogas al mismo tiempo, no se si estaban siendo demasiado responsables pero se les notaba un goce francamente envidiable. 

Al pasar unos cuarenta minutos estresada y pensando en las ganas que tenía de irme al carajo, empecé a notar que las luces se comportaban de manera distinta, que la música llegaba a mis oídos con una frecuencia diferente y que mi cuerpo estaba mucho más liviano de lo que había estado en toda la noche, empecé a sentir los latidos de mi corazón con una fuerza que no había sentido desde la primera vez que Daniel me dio un beso, con razón le dicen la droga del amor, pensé para mis adentros, y de la misma manera me iba dando cuenta que estaba disfrutando la música.  Era como si esa pastilla hubiera logrado cambiar mi percepción de las cosas y las situaciones que pasaban ahí, las luces me atrapaban y me balanceaban de un lado a otro, la música entraba hasta mi pecho y mis organismos danzaban al mismo ritmo, mi garganta empezaba a añorar liquido y tomé agua como una desquiciada, el agua sabia a gloria, como si hubiera estado varias horas perdida en un desierto.

Mis amigas me gritaron al oído porque era la manera más efectiva para comunicarnos y me invitaron a ir al baño, accedí a la clásica invitación aunque no tenía ganas de ir, mi cuerpo estaba comportándose de manera torpe, me tropezaba con las personas, no sabía exactamente por donde ir, y la sed seguía siendo protagonista en ese momento de mi vida; llegamos como pudimos al baño, estaba invadido por mujeres drogadas y gritando, la escena me generó tranquilidad porque al menos sabía que éramos una mayoría, mis amigas me preguntaron sobre mi estado de ánimo, les aclaré que me sentía bastante bien pero que tenía mucha sed, me calmaron diciendo que era perfectamente normal pero que por favor me hidratara lo más que pudiera, acaté sus pedidos al pie de la letra y salimos del baño, al salir y volver mis amigas se encontraron con un amigo, un flaco bajito de pelos encrespados llamado Jesús, con una dentadura desprolija y unos lentes de sol que le ocupaban casi todo el rostro, me saludó con un beso en la mejilla y lo noté un poco nervioso, hice caso omiso y volví al círculo de baile incoherente y alegre en el cual estaba. 

De un momento al otro Jesús llegó a nuestro circulo, dijo que se había perdido y no encontraba a sus amigos, lo invitamos a que se uniera y congregara con nuestro grupo, se puso a bailar de una forma tosca, insípida, como si él no conociera o no disfrutara la situación en la cual estaba, exactamente como me pasaba a mí; y no sé si era por el MDMA dentro de mí o porque comprendía a la perfección la situación en la cual estaba ese flaco, pero le dije que acompañara a un sitio más tranquilo para conversar con él, probablemente era una propuesta muy atrevida de mi parte, pero sentí luego de verlo bailar de esa forma tan mediocre que quizás podríamos tener varias cosas en común, como por ejemplo, la escasez de recursos para mover el cuerpo al ritmo de la música electrónica. 

Lo primero que hice fue preguntarle si le gustaba Carl Cox, para tantear la zona y generar una conversación amistosa, nada más que eso. Me contestó que no, que realmente él estaba empezando a entender esto de la música electrónica y que había venido para distraerse un poco, pero que no acostumbraba a venir a estos sitios tan escandalosos. Me pareció un buen tipo en general luego de conversar con él, tenía buen sentido del humor y el hecho de que mi presencia lo hiciera notar incomodo me daba cierta seguridad a la hora de conversar, por ésta seguridad, tomé la decisión de sacar la crema hidratante que había en mi bolso, solamente para ver su reacción y ver si podía explicarme para que era, pero su cara de asombro y confusión fueron una antología poética, no entendía absolutamente nada de lo que estaba sucediendo y se dio un sorbo de agua para ocultar la risa, me reí consensuadamente y me preguntó anonadado: ¿Por qué se supone que tienes una crema contigo? Le respondí en forma de chiste: Por las dudas, pero luego me reí y le conté toda la historia de que mis amigas me pidieron que trajera una conmigo, confesándole además que era mi primera vez en este tipo de eventos; decidimos probarla y la frescura en nuestras manos fue indescriptible, el placer al frotarse las manos con esa crema era alucinante, obviamente ese placer era causa de los componentes químicos que hacían estragos en nuestro sistema nervioso, y era espectacular. Los dos nos miramos fijamente y Jesús se levantó los lentes de sol, tenía las pupilas enormes, gigantes, como cuando algún evento astronómico acontece en el firmamento y la luna se ve más grande de lo habitual, así percibí la mirada de ese recién conocido, que además solo con quitarse los lentes me dejó clara dos cosas, que tenía una suerte de confianza en mí porque no se los había quitado en lo que iba de noche, y que estaba muy, pero muy drogado. 

Volvimos al circulo y sentimos cierto tipo de sintonía, empezamos a cruzar risas y a bailar, como si fuéramos amigos íntimos, teníamos cierto tipo de complicidad y química que se hizo notar con mis amigas, y sus novios, que no dejaron de mirarnos y cuchichear entre ellos, me estaban viendo superada, como que no me importaba nada, porque seguro dentro de sus cabezas de hombres pensaron que yo tenía segundas intenciones con Jesús, pero la verdad es que no era así, sin embargo seguí danzando con él para que siguieran dentro de su ilusión machista y le llegara el mensaje a Daniel, que esos ocho años habían sido una completa mierda y que ahora estaba más feliz de lo que había estado nunca.

Faltaba media hora para que se presentara Carl Cox, Jesús y yo no parábamos de bailar, aunque no conversamos mucho por el escandalo de los parlantes y los gritos de arenga al DJ, la verdad es que el flaco me caía muy bien y lo único que quería era conversar con él para conocerlo más, pero como tiende a pasarme con frecuencia cuando algo es muy bueno, se fue con sus amigos luego que lo consiguieron, Jesús se fue, pero me dijo al oído que en un momento volvía, y se despidió con una sonrisa. Mis amigas empezaron a hacer chistes que no pude entender, en parte por el ruido y en parte porque estaba muy concentrada en buscar la ruta que había tomado ese muchacho con lentes de sol y pelos encrespados, estaba relativamente cerca de nosotros y no paramos de mirarnos, ni siquiera cuando el DJ principal, Carl Cox, subió a la tarima.

Empezó a tocar y la gente se volvió loca, gritos, saltos y euforia era lo que predominaba en la hacienda, el control de los cambios de ritmo eran impresionantes y los juegos de luces aumentaron su calidad exponencialmente, el tipo realmente sabía lo que estaba haciendo y nos mantenía a todos en un punto muy alto de disfrute, manejaba el espectáculo de una manera elegante, los novios de mis amigas empezaron a tomar otras pastillas, yo accedí a mi otra media dosis pero esta vez sin irnos a otro lugar, en el epicentro del baile y la desidia empezamos a drogarnos, pasaron diez minutos y me urgía ir al baño, con mis amigas fuimos y regresamos rápidamente para evitar la pérdida de minutos de esa valiosa puesta en escena, y al volver, nos encontramos con una situación que nunca podré sacar de mi cabeza, dos tipos sacaban a Jesús en hombros de la fiesta y honestamente, él parecía muerto. 

Corrí, corrí lo más rápido que pude tropezando entre la gente que seguía bailando y gritando al ritmo del DJ inglés, yo atravesaba la multitud con una botella de agua en una mano y con el peso de la preocupación que se merece un momento como este en el resto de mi cuerpo; llegué tarde, lo estaban subiendo a una ambulancia, me sentí levemente optimista porque no estaba todo cubierto con una sabana blanca, al menos no vi esa escena característica de la sentencia más miserable de todas. Le pregunté a sus amigos que había pasado con él, nadie estaba de humor para responderle a una perfecta desconocida la tragedia que estaba ocurriendo y me devolví al circulo donde mis amigas querían información exacta de lo que estaba pasando, no supe responder e intenté seguir disfrutando de la fiesta esperando lo mejor para él, después de todo, Jesús era solo un flaco con el que había bailado un par de horas y con el que había compartido un poco de crema de manos, nada más que eso. 

Terminó la fiesta y fui hasta mi casa, no dormí en toda la noche pensando en la salud de Jesús, francamente no tenía explicación lógica para justificar la angustia que sentía en mi pecho por ver la escena de ese muchacho desmayado y puesto en una ambulancia, incluso todo el tema de Daniel me desinteresaba, lo sentía mucho más ajeno y todos mis pensamientos estaban concentrados en el flaco, dicen que cuando hay santos nuevos los viejos ya no hacen milagros, y probablemente tenga razón ese decir. 

Al tercer día sin noticias del enfermo, le escribí a mis amigas a ver si sabían algo de lo que había pasado, habían muchas dudas sobre todo el tema porque una me dijo que estaba recuperándose y otra que seguía bastante delicado, lo cierto y lo que se supo, es que Jesús había tomado además de pastillas, cristales y cocaína, lo cual hizo que su cuerpo se descompensara, no quise preguntar más al respecto para no quedar como una intensa, pero la verdad verdadera es que yo estaba muy preocupada por él, pero por más que estuviera preocupada, angustiada, y con varias noches sin dormir decentemente por estar pensando en el estado de salud de ese muchacho, la verdad es que no podía hacer nada, no podía acercarme a su familia o a sus amigos para preguntar por él, y mucho menos ir a cualquier hospital a preguntar por un flaco, de dientes torcidos y pelo encrespado que se llama Jesús y sufrió una sobredosis. Me parecía demasiado hasta para mí.

Pasaron dos meses y mientras tomaba mi café luego de almorzar, veo en mis notificaciones de Instagram que tenía un mensaje, lo abrí y mi sorpresa fue absurda, era Jesús saludándome y preguntando si lo recordaba, me invitó a un café y me dijo que tenía una historia graciosa que contarme. Yo me sonreí, me dio una suerte de calor en el pecho, de tranquilidad, Jesús estaba vivo y parecía que en un estado físico optimo, porque incluso me invitó a tomar un café, me reí de nuevo, le mostré el celular a Daniel que compartía conmigo ese café en la mesa, y decidí dejarlo en visto para continuar con mi vida.




Jesús Pérez Avendaño

Montevideo,2020

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