El Rito

Nos teníamos que encontrar en una playa cercana a la localidad de Piriápolis, era de noche y yo venía manejando por la interbalnearia pensando en sí había cumplido a cabalidad la dieta que nos habían exigido con al menos dos semanas de anticipación, en sí mi cuerpo soportaría esa sustancia que íbamos a ingerir y en sí el balde que traía como copiloto esa noche sería suficientemente grande en caso de que vomitara como un degenerado. Las luces parecían luciérnagas gigantes que alumbraban la autopista y en el reproductor de mi auto sonaba Frank Sinatra para calmar mis nervios. No sería la primera vez que usaba drogas alucinógenas, pero si era la primera vez que iba a estar metido en un rito guiado por supuestos chamanes peruanos; pero mientras Sinatra entonaba su clásico: " Fly me to the moon " solo podía concentrarme en que tan realmente efectiva sería la pócima, y cual sería el resultado en mi cuerpo, es decir, teóricamente los viajes siempre se dirigen a la introspección, pero la introspección claramente no es lineal.

Siempre he intentado escapar de los malos momentos de mi pasado, mis traumas, mis problemas, las veces que herí a alguien, las veces que me hirieron, las veces que actué mal y los momentos vergonzosos; es normal que éstas imágenes aparezcan fugaz e incandescentemente segundos antes de conciliar el sueño, pero sería la primera vez que entraba en un escenario donde hipotéticamente me enfrentaría a ellas, o quizás no, quizás tuviera un proceso de aceptación de mi presente y podría encontrar soluciones a mis problemas actuales y venideros sin que ese té antiguo me hiciera reencontrarme con situaciones amargas y suprimidas por mi subconsciente. Y honestamente tenía las esperanzas que así fuera, pero también es cierto que la incertidumbre tiene un potente atractivo. 

Seguí manejando y encontré la entrada al estacionamiento publico, logré ver a unas cuantas personas que rodeaban una lumbre gigante en el medio de la arena y, vaya sorpresa, un hombre con una guitarra. Viendo aquella escena pensé en dar vuelta y regresar por donde vine, seguir sin vivir esta experiencia, pero realmente por algo estaba acá en ésta playa, así que bajé mi balde y me acerqué al grupo. Ese hombre de la guitarra se llama Sergio y es el encargado de guiarnos en esta experiencia que según él, nos hará ver el mundo de una manera totalmente distinta a la cual la vemos en la actualidad, que nos hará darnos cuenta que en conexión con la naturaleza podemos limpiar nuestros espíritus y alivianar nuestros pesares terrenales gracias a la reflexión espiritual. Yo honestamente siempre me he caracterizado por ser un tipo bastante escéptico con todo este tipo de cosas, el universo alineado para organizar nuestras vidas, las vibras señalando nuestros caminos y otro montón de babosadas que esbozan personas que se pierden en optimismo siempre resultaron muy alejadas de mi realidad, siempre tuve percepciones de que la vida se guiaba por nuestras acciones y de terceros, de la misma manera en la que Newton describió su tercera ley: 

"Si un cuerpo A ejerce una acción sobre otro cuerpo B, éste realiza sobre el cuerpo A otra acción igual y de sentido contrario" 

Pero con todas las complejidades que implican una vida en sociedad donde muchas cosas te pueden afectar así tu no ejerzas acción alguna, por ejemplo: cuando pisas mierda de perro, cuando te caga una paloma luego de pisar mierda de perro o cuando te enamoras perdidamente la misma noche en que te cagó una paloma luego de pisar mierda de perro. Cada una de éstas situaciones tienen explicaciones razonables y dentro de la pragmática no tienen demasiado por definir, lo realmente curioso es porqué me sucedieron todas estas cosas a mí, hace dos semanas, en una sola noche.

Todo empezó cuando salí de mi casa buscando un cajero automático antes de ir a una reunión en la casa de un amigo, ahí estaríamos los mismos amigos de siempre, riéndonos de las mismas historias de siempre y pasando un rato divino entre tragos de fernet; bajé del taxi y en lugar de sentir solidez en el asfalto, mi suela se deslizó unos contundentes cinco centímetros, y antes de bajar la mirada, ya sabía que mi zapato se había sumergido en un estiércol que supuse era animal. Entré al cajero llenándolo de mierda, retiré mi dinero y de la misma manera que dejé impregnado el piso de la sede bancaria, dejé con mierda las alfombras del Citroën que me llevaba hasta lo de mi amigo. Entré, me saqué los zapatos enchastrados y me encontré con una cara desconocida, era una amiga de una compañera que vivía en otro departamento, pero que tenía intensiones de estudiar en Montevideo, recuerdo su piel aceitunada, su labio inferior prominente, sus piernas delgadas pero bien puestas, y su mirada que gritaba: ¿De dónde sacaron a este raro? luego de verme entrar sin zapatos. Disimulé mi vergüenza con un chiste malo: ¿Zapatos? No sean anticuados; y seguí saludando y conversando justamente para continuar mi estrategia distractoria. Pasadas algunas horas y algunas botellas de fernet, en uno de esos interludios que siempre he tomado para salir a fumar, decidió subir casi que en paralelo conmigo esa muchacha que hasta ese entonces no conocía de nombre, conversé con ella con mucho respeto y me dijo que se llamaba Pierina, su mirada que gritaba desfachateces en mi contra había cambiado a una mirada acechadora, como si buscara algo en mí que yo honestamente no tenía capacidad de ofrecerle, y mucho menos estando descalzo y ebrio. Intenté disuadir la conversación tocando temas más generales para quebrar un poco con la tensión que se estaba presentando, me confesó que fumaba marihuana además de cigarrillo, que había experimentado con algunas otras sustancias y que mañana se devolvía a su pueblo porque habían organizado una toma de ayahuasca y me contó con la soltura que permite el fernet los detalles y por menores de esa experiencia hipotéticamente trascendental y fuimos interrumpidos cuando una paloma posó sus eses en mi hombro. 

Le pedí permiso para interrumpirla de la manera más elegante que encontré, recordando una anécdota que leí en una biografía de George Brassens; en una época cuando Brassens sufría de cálculos en los riñones, en mitad de los conciertos dejaba de cantar, se iba al baño a orinar una piedra, el público quedaba atónito, y luego volvía sin pedir disculpas siguiendo la canción justamente en la parte donde la había dejado; entonces yo, para no cometer la falta de respeto de Brassens, le pedía disculpas pero tenía que ir a mear y a limpiar mi camisa impregnada de mierda de pájaro. El chorro de orina salía de mi miembro reproductor cual estatua de querubín que decora la bella ciudad de Roma, formando una perfecta fuente constante y transparente, pero fue interrumpida cuando Pierina tocó la puerta; le dije que por favor esperara pero ella insistía constantemente, yo terminé de lavarme las manos y al abrir la puerta la encontré recostada a la pared sin muchas ganas de usar el baño. golpeó mi nariz con su dedo índice y se abalanzó sobre mí descalza y ebria humanidad, fue un beso apasionado e inesperado, la besaba por pura inercia honestamente, pero el hecho de que la estuviera besando por pura inercia no quería decir que no tuviera ganas de hacerlo, sé que se dio cuenta de mi sorpresa porque me dijo al oído en una de esas pausas que uno toma entre beso y beso: "Agarrarme el culo no te hace menos caballero". 

Volvimos a la normalidad de la sala pero era obvio que algo estaba sucediendo, ella no me sacaba la mirada de arriba y yo no dejaba de titubear en mis conversaciones, me sentía nervioso, angustiado, con ganas de volver a agarrarle el culo y besarle ese labio inferior que se pronunciaba en su rostro engalanando lo aceitunada de su piel, incluso mis amigos empezaban a darse cuenta porque cada vez que subía a la terraza a fumar, ella iba conmigo, o cuando ella iba, yo la acompañaba y volvíamos despeinados de la electricidad que nos generaban esos besos acompañados de manoseos. En una de las subidas le propuse que se quedara en mi casa pero se negó porque debía volver con nuestra amiga en común, no insistí más, y justo cuando ladraban los perros del amanecer supimos que nuestro tiempo había acabado, que era momento de llamar un taxi y tuve la suerte, probablemente por haber pisado mierda de perro y porque una paloma me cagó el hombro, que antes de que nos despidiéramos como unos perfectos desconocidos, con beso en la mejilla, dejó una notita en el bolsillo de mi pantalón de manera disimulada. 

La nota era obviamente escrita a mano y casi ilegible, se notaba solo por su caligrafía que Pierina estaba pasada de tragos, pero en la nota estaba su numero telefónico y una postdata que decía: "Mañana escríbeme". Ni más, ni menos, con la misma autoridad que se abalanzó sobre mí, dejó plasmado lo que parecía ser su deseo en ese pedazo de servilleta. Llegué a mi casa con la cabeza dando tumbos más por todo lo sucedido con esa muchacha que por el fernet que corría en mis venas, pensé en escribirle en ese mismo momento pero no quería quedar como un necesitado, imaginé escenarios ponderables donde me rechazaba, donde me cuestionaba, donde me aceptaba una invitación a un café, donde haría chistes sobre lo sucedido y mis torpezas, y estuve en ese plan, diseñando escenarios utópicos hasta que me dormí. 

Desperté con la garganta seca y el corazón alterado, como cuando te despiertas de una pesadilla aterradora, busqué agua en la heladera y bebí cual desahuciado, estuve dando vueltas por la sala de mi casa, sentado en los sofás, volvía a la habitación, fumaba un cigarro, recorría mis redes sociales ignorando el hecho que debía enviarle un mensaje a esa muchacha, pero el problema es que debía ser muy certero en mi mensaje, no podía ser intenso y confesarle que no podía olvidar sus labios, ni muy patán como para disimular el hecho de que nos habíamos cenado toda una noche, me mantenía en esa duda maldita sobre el qué y cómo decirlo, entonces ya ahogado por la desesperación decidí emprender mi ofensiva con un absurdo: "Hola, espero hayas llegado bien a tu pueblo y que nos podamos ver la próxima vez que vengas a Montevideo". Luego estuve revisando el chat varias veces, viendo si estaba en línea, si mi mensaje se ponía en azul, verificando cada diez minutos si había respuestas, pero no pasó absolutamente nada. 

Toda esa noche la pasé con dos resacas, la del fernet y la del amor, la primera la conocía a la perfección y sabía como superarla, pero nunca había experimentado una resaca de amor, y era raro, porque debo admitir que no era la primera vez que tenía una noche de besos, o incluso de sexo con alguna muchacha, y que al día siguiente por consensuo mutuo hayamos marcado distancia por distintos motivos, pero nunca había sentido ésta necesidad de verla nuevamente, probablemente habrá sido por su actitud acechadora, por lo inesperado del beso, o porque no fui yo el que buscó el encuentro ni el que di el primer paso, pero no sabía como escapar de su rostro que me perseguía permanentemente en mis pensamientos. 

Aunque me costó dormirme por pensar en Pierina, y aunque en mis sueños estuvo presente, la verdad es que no me animé a escribirle de nuevo, y no por falta de valentía, como antes del primer mensaje que le envié, sino porque supuse que era su manera de rechazarme, y como toda persona sensata, asumí su rechazo escuchando canciones de Sabina y pensando en qué hizo falta para que al menos revisara mi mensaje, mientras tomaba cerveza helada que cumpliría de somnífero. Pasé dos días en el mismo plan, con una nostalgia incomprensible y autoflagelándome por ser un tarado con una pizca de esperanza de que esa muchacha me iba a prestar atención en estado de sobriedad.

Sin embargo en una suerte de momento de clarividencia recordé que esa muchacha, Pierina, tenía una toma de ayahuasca; en Uruguay no se deben organizar demasiadas tomas porque no pertenece realmente a nuestra cultura, ni tenemos indígenas, así que quizás, solo quizás, tendría posibilidad de saber de ella o inclusive de verla si la fortuna me acompañaba, hice mis averiguaciones respectivas y la toma que se habría de hacer (la misma en la que supongo estaría Pierina), fue suspendida y cambiada de lugar, ahora sería en quince días, en una playa de Piriápolis, también dejaban claro una dieta estricta, nada de harinas, nada de grasas, nada de carnes, nada de alcohol y nada de cigarrillos; además muy curiosamente pedían que lleváramos un balde.   

No me molestaba tener que hacer una dieta que para mi era totalmente antinatural, ni tener que dejar de tomar alcohol, e incluso, era un lujo dejar de fumar cigarros con tal de volver a verla, era un costo que estaba dispuesto a pagar. Luego de verla honestamente no sabría que decirle, pero algo se me iba a ocurrir, y lo mejor de todo, es que íbamos a estar literalmente alucinando luego de tomar el cóctel de ramas indígenas que los chamanes nos iban a ofrecer en esa playa oriental a la luz de la luna. 

Sergio me presentó con las otras personas que rodeaban la lumbre: Juan, Rodrigo, Camila, Estefanía, y otros cuantos nombres que la verdad es que no me dio la gana de recordar, ahí no estaba Pierina, y ya para mi pesar estaba muy adentro de esto, además seguramente sería la única herramienta que tendría para conseguir información de esa muchacha con piel de diosa aceitunada; entonces me presenté disimulando mi decepción y fingiendo que de verdad tenía intenciones de drogarme con unas ramas a la luz de la luna y una guitarra desafinada de fondo que era acompañada por una tanda de alaridos mortuorios que según Sergio, eran típicos de Perú. Justo antes de empezar, comenzó a explicarnos el funcionamiento, y lo que podíamos esperar al probar la infusión sagrada: Hizo especial énfasis en la intensidad del sabor y que era muy probable que vomitáramos, sin embargo nos aclaró que era parte de la limpieza espiritual que nos brindaba el té. Yo sabía que era a causa de una intoxicación, pero claro que me hice el boludo porque no ganaba nada generando una polémica con Sergio, que más adelante sería él quien me brindaría toda la información que iba a precisar para encontrarme con Pierina. 

Cuando mi amigo de la guitarra terminó con su asesoría para interiorizar el viaje, nos propinó a todos un poco de rapé para relajar el cuerpo, al principio me llamó la atención la presencia de ese polvo en nuestras manos, luego recordé la imagen de Aldo Raine (Brad Pitt) en la celebre Unglourious Basterds, donde justamente ese personaje inhalaba un polvo que sacaba de una lata, casualmente era el mismo que teníamos en nuestras manos, en definitiva el rapé no es más que ralladura de tabaco que se popularizó en el siglo XVIII por la aristocracia francesa, pero que era consumido desde hace siglos por nuestros indígenas latinoamericanos con fines medicinales. Al lograr hacer ese salto lógico inhale sin asco, y honestamente no sentí absolutamente nada, probablemente por mi adicción al cigarrillo convencional. 

Luego que todos inhalamos el polvo, empecé a medir reacciones y noté que algunas personas ya se notaban afectadas por la ralladura, claro que era más fuerte que fumarse un cigarro, pero no sabría argumentar si en efecto las reacciones de algunas personas eran justificadas, unos transpiraban, otros abrían sus ojos sin motivación lógica y otros incluso se tumbaron al suelo; pero no los culpo, al final de cuentas toda la situación estaba dada para que las personas ahí sentadas, al rededor de una fogata, expectantes de algún cambio en su conciencia, empezaran a sentir cosas donde realmente no tenía sentido sentir nada, pero todo el contexto del ritual del cual éramos parte en ese momento estaba centrado en que nos dejáramos llevar por cosas que muy seguramente no nos tendrían que afectar de la manera en que nuestro subconsciente asumiría, porque es bien sabido que pocas cosas son tan exageradas y dramáticas como el subconsciente de nuestra especie cuando se enfrenta a situaciones extremas

De un termo de café salió un liquido con olor a bebedizo de abuela, aroma indescriptible que se balanceaba entre remedio y mierda; lo sirvieron en una taza de cerámica que a causa de la escasa luz no pude descifrar si tenía un diseño, pero alcancé a notar unas formas abstractas que por algún motivo me llevó a pensar que era arte prehispánico, no sé si estaba acertando en mi apreciación o me estaba dejando llevar por la situación, todo era posible en medio de aquella penumbra tensa al borde de esa playa uruguaya. Cuando fue mi turno tomé un sorbo importante que me descolocó las papilas gustativas, tuve dos impresiones que se destacaron: Mi boca entera estaba por derretirse, encías, lengua, dientes, muelas, toda mi boca estaba a punto de consumirse por aquella bebida; y por supuesto, un recuerdo lejano de aquellas tardes cuando era muy pequeño y entre mi abuela y mi madre me perseguían para propinarme una cucharada de leche magnesia para purgarme, sentí el mismo sabor amargo del disgusto.

Aquel pocillo siguió rotando insistentemente, los alaridos de la guitarra y de Sergio continuaron ambientando la velada y yo decidí empinar otro sorbo para garantizar efectividad en el consumo, luego de tragar fuertemente y superar las arcadas, un mareo súbito se apoderó de mi, como si me hubiera tomado una botella de fernet yo solo y como si lo hubiera cortado con gotitas de lsd, la arena se empezó a sentir diferente en mis pies, las olas de la bahía cambiaban de forma y el cielo empezaba a estrellarse, o al menos de eso me percaté mientras mi cuerpo se tumbaba sobre la arena sin que yo me diera cuenta. 

Lo que vino a continuación fue por demás muy impactante, mis pensamientos empezaron a dominar mi cuerpo y lo dejé de sentir, estaba flotando y no podía racionalizar mi contexto, era como si esos jóvenes no estuvieran a mi alrededor, como si esa fogata nunca hubiese existido y como si los alaridos que emanaba la garganta y la guitarra de nuestro guía se hubiesen transformado idóneamente en unos suspiros angelicales que canalizaban el ritmo de mis pensamientos, y más específicamente, de mi memoria. Empecé a tener una vista desde un tercer plano de mi infancia, recordé las veces que hice molestar a mi familia innecesariamente, las veces que tuve algún éxito juvenil, de esos que te ponen incomodo y todas esas veces que me había comportado como un patán con mis amigos, con mi madre, con mi padre, con mis hermanos, y con aquellas mujeres que alguna vez se atrevieron a quererme. Todos esos momentos que siempre suprimí, que evité, que reprimí, las malas situaciones a las cuales siempre escapaba para conciliar el sueño, se empezaron a sobreponer una sobre otra de manera repetitiva y aturdidora, me enfrenté en orden cronológico a todos mis defectos, a todas mis cagadas y a todas mis promesas rotas; pero mi cerebro no asumió estos enfrentamientos como solía hacerlo, con un exceso de autoflagelación, al contrario, el enfrentamiento era realmente pasivo y explicativo, mi subconsciente me hizo reflexionar sobre todos esos momentos que yo mismo escondía por cobarde, por no querer enfrentarme a mis demonios, a mis realidades, recién en ese momento me di cuenta que nosotros no somos más que la suma de nuestros demonios, de lo que nos avergüenza, de los que nos dejó cicatrices. Y que justamente serían esas cicatrices las que señalarían los caminos que deberíamos recorrer para evitar cruzarnos con esas mismas heridas.   

Supe que estaba dormido cuando Sergio me despertó, me preguntó si estaba bien porque realmente me notaba muy alterado. Le contesté que sí, que estaba perfecto, pero lo lamentable fue que vomité mientras dormía y tenía la mitad del rostro curtido entre  un vomito hediondo y la arena que se juntó con el mismo para hacer el pegote más asqueroso que se hizo nunca jamás. Aunque ahora estaba despierto y con la cara vomitada, me pude dar cuenta que estaba mucho más liviano, pero no solo por vomitar, sino más bien del alma, algo había pasado en ese momento de trance que tuve a causa de la ayahuasca que me había hecho sentir mejor, sentí como si dios existiera y me hubiera confesado directamente con él, y él, con la piedad que teóricamente tiene, me hubiese perdonado de todo lo hecho y además me mostraba que con mortificarme no ganaba nada. La paz era inmensa y hermosa. 

Sin embargo yo seguía claramente drogado, porque desde esa playa, les juro, que pude ver a la distancia el puerto de Punta del Este, y otros poblados distantes, la arena seguía siendo suave y por momentos pensé que me hundía en ella, las olas ahora parecían ráfagas de fuego pasivas que danzaban por encima de la marea y el cielo estaba estrellado, con una luna llena gigante que cuando la miraba fijamente, me daba la impresión de que se iba acercando cada vez más, podría jurar que vi satélites sobre volando la vastedad del universo y estrellas fugaces que galopaban al ritmo de la marea, yendo y viniendo, y la hoguera que centralizaba nuestros cuerpos se mantenía encendida, las chispas saltaban de la lumbre inocentemente generando efectos de luciérnagas que morían dejando un suspiro de luz.  

Me quedé sentado, con la cara vomitada, admirando ese escenario en el cual estaba postrado, alcancé a ver a varias personas vomitando dentro de sus baldes, y otras tantas se tiraban al suelo y susurraban con ellos mismos sonidos inaudibles, cada uno en su mundo, asumiendo su viaje de la manera en la que sus cuerpos se lo permitía, dejándose llevar sin tener conciencia, sin que importara otra cosa que interactuar con ellos mismos.  Me di cuenta luego, cuando lave mi cara con el agua helada de la costa, que todo ese lapso de tiempo estuve sin pensar en Pierina, "nuevo récord" fue lo que pensé, pero me di cuenta que esa angustia que me daba en el pecho cuando pensaba en ella había desaparecido, quizás porque seguía drogado, o quizás porque en ese momento donde me tumbé sobre la arena había conciliado también esa parte de mí, el pensamiento en amores imposibles para seguir justificando mi infelicidad, pero lo cierto es que me armé de valentía y le pregunté a nuestro guía/guitarrista/chamán Sergio, si por casualidad no había contactado a una muchacha de tez aceitunada, de labio inferior pronunciado, de piernas imponentes, de mirada perdida que teóricamente iba a participar en una toma. 

La cara de aquel muchacho buena onda que canalizaba nuestros viajes se volvió un poema, esquivó la pregunta pero su reacción corporal fue tan notable que insistí en la misma: ¿Pero vos estás seguro Sergio? "Sí, seguro, nunca la vi." fue lo que me contestó, y honestamente no había ayahuasca suficiente en el universo que me hiciera conciliar, entender o aceptar la idea de que este muchacho no me estuviera mintiendo, montón de escenarios empezaron a venirse sobre mi cabeza al mismo tiempo que las luces de esos poblados empezaban a desvanecerse, al mismo tiempo que la marea volvía a la normalidad, al mismo tiempo que el cielo dejaba de ser un espectáculo apoteósico y mi cuerpo sentía que sus sentidos volvían al lugar. Sabía que algo escondía Sergio, pero no sabía qué, entonces cuando amaneció y el cielo oscuro se transformó en una pasarela de arreboles naranjas y rosados que decoraban el cielo celeste, en mi cabeza solo pasaba la idea de que ese muchacho sabía algo de Pierina, pero imaginé que se había descompensado, seguramente no quería hablar de eso para no afectar mi viaje y no generar propaganda negativa en contra de su emprendimiento, o algo por el estilo, nunca imaginé lo que realmente pasó.  

Me enteré dos semanas después, mientras tomaba un café en el mercado del puerto de Montevideo, tomé el diario para ojear los titulares y me encontré con la situación más trágica, asquerosa y lamentable que uno se puede encontrar mientras lee la portada de un diario. En primera plana, se lograba divisar la figura de una muchacha con piel de aceituna y unas piernas gritando que en algún momento habían gozado de tremenda firmeza. No recuerdo con exactitud el titular o la bajada que lo acompañaba, pero recuerdo haber leído: "Femicidio" "Interior" "Abusada múltiples veces" "Enterrada" y "Pierina" solo recuerdo esas siete palabras, y salí corriendo con un baño de lagrimas corriendo por mi rostro, sin terminar el café, a denunciar al maldito hippie mal bañado de Sergio, que lamentablemente, ya había escapado a Perú. 



Jesús Pérez Avendaño
Montevideo, 2021 

Comentarios

  1. Si una resaca ya es jodida, no quiero pensar cómo se pasa con dos. La mejor dieta es la del cucurucho: dormir poco y follar mucho.

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