Mentiritas


Es normal plantearse objetivos en la vida y muchas veces para conseguirlos debemos tomar decisiones que se distancian del código moral que nos han impuesto nuestras familias y nuestra sociedad; la teoría siempre es preciosa: Te portas bien, estudias, consigues el trabajo de tus sueños, te casas, tienes una hermosa familia y una vez al año terminas saludando a Mickey personalmente en su reino de Florida. Pero la realidad es horrible: Te jodes, trabajas, trabajas mucho más fuerte, descansas 30 minutos para comer directo de un tupper plástico manchado por unos fideos con boloñesa, esa mancha se acaba asemejando una obra de arte abstracta y luego de una jornada agotadora llegas a tu casa vacía, con una cama vacía y un silencio tan abrumador que te sacude el corazón. O al menos esa era mi realidad, tenía 5 años haciendo exactamente eso mismo y por una bendita excepción, se me ha abierto una ventana, tengo una de esas oportunidades que  puede cambiar la vida y puede enrumbar mi horrible realidad a la antes adjetivada “preciosa” teoría. Había una luz al final del túnel.


Mi tío se llama Aparicio Bermúdez y es el encargado de una de las editoriales más importantes de la ciudad, siempre hemos tenido un vínculo estrecho que se fundamenta más en el respeto mutuo que en el cariño de un joven con el hermano de su Mamá; el tío Aparicio, como se le conoce en el centro de las reuniones familiares, siempre ha sido un tipo extremadamente riguroso y profesional, tiene un bigote taciturno con las puntas canosas, una barriga levemente pronunciada y una manera de gesticular y modular el vocablo que genera una atención especial en las personas que lo escuchan. Sus decisiones siempre, o casi siempre, procuraban ser justas y ordenadas, salomónicas cuando menos, y su código ético y moral es casi tan inquebrantable como la racha de mala suerte que me ha venido siguiendo desde hace varios años. Llegar hasta él para pedirle un favor es una labor complicada, no se como encarar este tipo de situaciones, pero quizás hacerme el amigo, el bonachón, invitarlo a tomar el whisky absurdamente costoso que le encanta tomar o llevarlo a su restaurante gourmet favorito dónde le sirven porciones atómicas podría ser una estrategia exitosa, se daría cuenta que lo estoy afilando para pedirle un favor y después de todo sabe que no gozo de la capacidad económica para hacer ese tipo de invitaciones; y si yo, su sobrino el fracasado, está haciendo ese acercamiento es porque realmente está urgido de algo sumamente importante. 


Lo cité el viernes a la noche para conversar en ese restaurante tan fino que le encanta; el tío es una persona tan fría que cuando lo llamé con una voz casi quebrada por los nervios, su reacción fue un tajante: 


-“Ok sobrino, le agradezco puntualidad” 


Así, sin más, sin preguntas anticipadas ni curiosidades, muchas veces estando más pequeño llegué a pensar que el tío Bermúdez era una especie de ciborg, su trato con su esposa siempre fue distante, lo mismo con sus hijas, como si su vida estuviera destinada a mantenerse en la seriedad que implica ser director de una editorial muy importante, parece que para los intelectuales les es realmente complicado proyectar sus emociones y sus sentimientos, como si por abrirse un poco a su parte humana se estuvieran distanciando de la grandeza de la inteligencia o del paraíso de la erudición. Pero lo cierto es que tenía una cita para el viernes con él en un sitio carísimo que se aleja totalmente de mi realidad, el poco dinero que tenía guardado en caso de alguna emergencia lo invertí en un blazer oscuro y una camisa de lino blanca que según yo, además de permitirme pasar desapercibido en ese mundo de tiburones donde no soy más que una sardina, me daría la confianza necesaria para pedirle a Aparicio Bermúdez, mi tío, ese favor tan preciado que realmente no es más que una carta de referencia personal donde tendría que decir un par de mentiritas. 


He llegado a este punto porque realmente no aguanto más, dentro de esos códigos de ética y moral que son impulsados en nuestra psiquis desde que somos muy pequeños por nuestras familias, al menos en la mía, era muy importante el hecho de no pedir favores, siempre fue mejor pedir dinero que favores. Los favores no tienen una cifra definida y el retorno del favor dependerá única y exclusivamente del criterio del favorecido anteriormente, cuando hablamos de favores no hay contratos firmados ni definiciones claras, todo se desenvuelve en grises acuarelas que se pueden ir transformando conforme pasa el tiempo y conforme evoluciona la relación entre las personas inmiscuidas. Sin embargo llegó el momento de desbarrancar un poco con esos códigos familiares, tengo una oferta laboral que cambiará mi vida y lo único que necesito es la carta de referencia firmada por el tío Aparicio, después de todo quién sería mi empleador en España es un tipo admirador del trabajo de mi pariente, ha declarado públicamente el respeto que se le tiene dentro de la comunidad de la academia y las artes, por ende era claro que tener esa carta me iba a poner en una situación bastante favorable en comparación de quienes se atrevieran a disputarse el cargo. Así es la vida después de todo, competir y competir, usando todos los recursos que sean legales y en caso de ser necesario, usar alguna marramucia para tomar ventaja. Se que está mal, pero yo no puse las reglas del juego después de todo. 


Llegó el viernes y mis nervios no daban más, llegué veinte minutos antes para evitar cualquier tipo de retraso y me senté en la mesa que había reservado con anterioridad, todo salía perfecto, yo había empezado a tomar un cóctel aperitivo para intentar distender los nervios  y organizar mis pensamientos para enfrentarme al bigote de mi tío, a su seriedad y su profesionalidad intachable, pensé en levantarme e inventar cualquier tipo de excusa para justificar mi ausencia, pensé en no pedirle ninguna carta, pensé en muchas cosas que implican el abandono de esta misión; pero me vi ahí, sentado en ese lugar tan elegante con un blazer y una camisa que aún tenían ese perfume de ropa nueva y decidí seguir adelante. Lo vi entrar y saludar a todos ahí con una familiaridad y una sonrisa que nunca le había visto esgrimir, el carácter que nos exponía en nuestras reuniones familiares estaba muy alejado de este mejor amigo de todos. Tantos eran los nervios que prácticamente brinqué de la mesa para saludarlo y por la torpeza terminé manchando con el trago mi camisa de lino blanca, mi invitado borró la sonrisa de su cara y sus gestos solo podían ser traducidos en una palabra: “Decepción”. Arranqué mal, sin duda, pero ya estaba ahí y lo invité a sentarse conmigo, porque podré ser torpe, miserable y mentiroso, pero nunca mal educado o descortés. 


Empezamos a pedirle al mesero, los precios del menú eran absurdos así que mentí y pedí lo más barato y sencillo, el tío Bermúdez se sentó despreocupado y prácticamente sin mirarme, él no le pidió nada a la persona que llenaba la comanda, solo hizo un gesto para apuntar que quería lo mismo de siempre. Yo honestamente planeaba rodearlo y embalarlo en una retórica lastimera que me facilitara la solicitud, pero cuando iba a arrancar con mi verborrea fui interrumpido por el mesero que traía el whisky caro que tomaba Aparicio, tras agradecer el gesto del muchacho fue mi tío el que tomó la lanza y me atacó sin ningún tipo de piedad: 


  • ”Muchacho, no le demos muchas largas a esto que no me gusta comer y hablar de pendejadas, ¿Cuánta plata necesita?”  


Yo suspiré, un poco tranquilo porque me ahorré la labia lastimera, pero al mismo tiempo me preocupé mucho más porque todo lo que había ensayado los días anteriores, las horas anteriores y los minutos anteriores de verlo llegar con su bigote perfumado y su sonrisa inusual me era inútil, sin embargo el show debía continuar y decidí empezar:


  • “Bueno Tío Aparicio, me parece bien que vayamos al grano, como tú lo sabes y toda la familia lo sabe, en el último tiempo no he tenido suerte con los trabajos...”


Me atajó en seco el Tío: 


  • “Ya sé, pero eso es tu culpa, por ser irresponsable y poco disciplinado, eres igual a tu padre” 


Pensé en defenderme pero no tenía sentido, tan solo con esa respuesta supo destruir la poquísima confianza que tenía y sentí como mi rostro empezaba a ruborizarse sin que lo pudiera controlar. Aparicio se dio cuenta porque luego de ver mi rostro colorado soltó: 


  • ”Pero siga sobrino que en breve nos traen la comida, por cierto, un asco la pasta que pediste.” 


  • ”Bueno Tío, yo nunca vengo a estos sitios, lo que te quería decir es que…”


  • ”Y con lo que ganas es obvio que no vienes a estos sitios, además ¿Pasta? ¿Acaso tienes 10 años?” 


Él insistía en la interrupción perenne, ya mis ojos estaban turbios por la inequívoca cascada que venía y ya un poco enojado le dije: 


  • ”Bueno tío Aparicio, tu quieres que te pida rápido lo que te quiero pedir pero no dejas de cortarme, avísame cuando pueda unir más de dos oraciones sin que tu tengas que corregirme” 


  • “Perdóname pero eso genera la pasta en mí, no tolero ver a un adulto comiendo fideos en un restaurante tan fino como este, no tiene sentido, salen todos con las camisas manchadas, sí, tal cual como tu la tienes, parecen niños en traje, pero los niños en traje me generan ternura, a diferencia de un adulto que parece un niño en traje, esos me repugnan, la gente parece que nunca va a aprender a ser adulta.” 


Ese era Aparicio, el tipo que odiaba cuanta cosa pudiera odiar y por los motivos más absurdos que cualquiera se pudiera imaginar, un tipo con capacidad de expresarse de la manera en la que se estaba expresando de una persona que solamente pidió una pasta, de ese tipo dependía mi utópico futuro, pero tragué grueso y se la hice cortita como saque de merca convidado: 


  • ”Aparicio - arranqué sin el pronombre familiar para mostrar mucha más seriedad de la que había mostrado anteriormente - Necesito que mientas por mí, necesito un favor, necesito una carta de referencia personal donde te encargues de exponerme como el sobrino perfecto, el que no se emborracha, el que no se drogó nunca, el que siempre estuvo al pendiente de los asuntos familiares y es responsable con su trabajo, te lo pido con toda la vergüenza del mundo pero sería lo último que te pediré en la vida, después de todo la carta estaría dirigida a quien sería mi jefe en España, que de paso es un gran admirador de tu trabajo” 


La cara del tío sufrió una metamorfosis, la cara de decepción, en un abrir y cerrar de ojos terminó en una mezcla de: “Qué tarado” y “Qué interesante”, en su momento no entendí y tardaría mucho más en darme cuenta lo que realmente quería decir ese rostro porque justo entraba el mesero con dos platos en su mano, uno con una pasta carbonara y el otro con unos frutos del mar que tenían un aroma y una presentación tan hermosa que no les miento cuando les digo que tuve una erección. Siempre pensé que la erección gastronómica era un mito, pero es tan real como costosa.


Procedimos a comer con un silencio que solamente era interrumpido por el mesero que pasaba cada ocho minutos exactos a preguntar: “¿Está todo bien Don Aparicio? ¿Desea algo más? ¿Todo está como le gusta?” Cada ocho minutos venía a mi cabeza el pensamiento más obvio de todos: “¡Qué alcahuete!” Pero Don Aparicio ni se inmutaba con las preguntas, se ve que el mesero tenía claro que el silencio era señal de que todo marchaba bien. Honestamente es un momento muy infeliz cuando esperas ansioso una respuesta de una persona que tienes enfrente pero que no te la da porque no quiere, porque tiene el poder, porque esa persona es la que está tomando la decisión de hacerte un favor o no.


Cuando terminamos de comer, ya angustiado, le volví a preguntar.


  • “¿Entonces tío? ¿Cuento contigo? 

  • Mmm… -Dudaba y emitía sonidos inelegibles mientras limpiaba su bigote - Puede estar tranquilo sobrino que lo voy a ayudar, pero necesito dos cosas, que no me joda más nunca en la vida y que pague la cuenta. Por lo que entiendo su hipotético jefe nuevo conoce mi trabajo, entonces resultaría sensato que fuese yo mismo quien enviase la carta; de tal manera que la otra semana esa carta estará en las manos de la persona y seguramente terminé usted borracho, drogado, con el culo vendado por la estocada de algún toro en una de esas atrocidades que hacen en Pamplona, con un trabajo nuevo en el cual seguramente no durará mucho y lo más importante, lejos de mí” 


Ahí sí solté unas lágrimas, no por su ofensa innecesaria sino más bien porque contaba con su apoyo, de muy mala manera, pero apoyo al final del día. 


  • Muchas gracias tío, de verdad le agradezco, si quiere vaya a su casa que yo voy a usar el baño y luego me encargo de la mesa, no se preocupe. 


Sin despedirse y con una sonrisa en la cara, me dio la mano y se fue. Yo temblaba y lloraba de emoción, todo había salido absurdamente bien y me veía montado en ese vuelo trasatlántico, ganando euros y gozando de una vida digna. Paso seguido para despabilar mis emociones pedí la cuenta, casi vuelvo a llorar al ver lo que tenía que pagar, puse la tarjeta dentro del comandero forrado en cuero, hice señas al mesero y me levanté de la mesa; fui al baño, lavé mi rostro empapado en lágrimas e intenté centrar mis esfuerzos en no desmayarme. Salí del establecimiento con dos cosas muy claras: Lo primero es que ya tenía un pie adentro del nuevo trabajo y la segunda que la tarjeta que dejé no tenía fondos suficientes para cubrir el precio de la cena, qué suerte que más nunca me verían en esos lados.


Las ofensas arrojadas por Aparicio hacía mi persona eran parte de su carácter natural, en efecto era eso, un cretino por naturaleza. Yo sí tuve unas cuantas etapas complicadas en mi vida, problemas con alcohol, drogas, choques de autos, desaparecer unas sólidas 12 horas sin que absolutamente nadie, ni yo mismo, tuviera nociones de mi paradero, defraude a mis padres, defraude a mis amores,  y defraude a mis amigos. Es cierto que no he sido ningún santo, pero eso no quiere decir que esté condenado a ser el tipo de los excesos, por supuesto que me siento en capacidad de sentar cabeza, tengo muchas ganas de sentar cabeza y vivir la vida que viven las personas normales: Un trabajo decente, una linda casa, una buena compañía y quizás, quien sabe, tener una linda familia. Pero también tengo claro que para cumplir estas proyecciones estoy en la necesidad de alejarme de todo y empezar una vida de cero, sin arraigos y sin raíces.


Pasaron los días y solo hice una llamada al tío Aparicio para recordarle sobre la carta, me dijo que por favor lo dejara en paz y que me quedara tranquilo, el tío me recordó que era un hombre de palabra y que cumpliría con la misma; sentí mucha confianza en su voz lo que generó confianza en mí, estaba ansioso y expectante de leer el contenido de la carta que sería redactada por ese cretino que es mi familia y que estuvo dispuesto a ayudarme, y claramente, ansioso por recibir respuesta de esta respetada empresa al otro lado del continente. 


Llegó el viernes y recibí un correo electrónico que rezaba sobre el asunto: “Carta de buena conducta.” El que lo enviaba era claramente Aparicio Bermúdez y además del archivo con la carta agregó una suerte de posdata donde me dejaba un par de aclaraciones muy importantes: 


  • 1.- Esto es para que dejes de pensar que la vida es fácil, luego me lo agradecerás

  • 2.-  Nunca, pero nunca, pondría mi reputación en juego por un tipo como tú. 



"Referencia Personal


Ante todo reciba un cordial saludo. 


Espero no incomodar con la siguiente misiva pero me voy a tomar el atrevimiento de darle una referencia personal de ------------ ----------, quien es mi sobrino y conozco desde que nació, he tenido el placer de haber visto sus evoluciones intelectuales y puedo sentirme orgulloso de presenciar como se ha vuelto un adulto responsable y serio; por suerte también le tengo que aclarar que todos esos conceptos que le mencioné con anterioridad gozan todos de relatividad y me voy a permitir extenderme un poco en este punto.


Mi sobrino se caracteriza por ser un tipo irrespetuoso a los principios de moralidad y buenas costumbres que manejamos en nuestra sociedad, ha roto todos los códigos éticos que nos hacen convivir de manera pacífica y afable, permítame ejemplificar algunos para que se haga una idea de la persona a la que usted planea contratar. Cuando mi madre, su abuela, estaba en sus últimos días no hacía otra cosa que no fuera molestarla, la señora estaba postrada en su cama queriendo descansar y este sujeto con el que lamentablemente comparto genes se ponía a mirar pornografía a su lado y le decía: “¿Abuela, así la encamaba el abuelo?” o “Usted debería conseguirse un negrote de estos, para que no se la lleve el cáncer sino el placer” él intentaba hacerse el cómico pero para toda la familia resultó de muy mal gusto tener que vivir esa situación; también tuvo varios episodios con el alcohol, siempre fue de llegar borracho a todos lados: bautizos, primeras comuniones, bodas por el civil, bodas en la iglesia, actos de grado y hasta velorios, y el problema no era que llegara en un estado paupérrimo provocado por el alcohol, el verdadero problema es que las demás personas estaban sometidas a evidenciar el ridículo en su máxima expresión, bailes en las mesas, robos de botellas de whisky, propasarse con trabajadoras de estos eventos; un clásico fue cuando en el velorio de la misma abuela antes mencionada, que además insisto en el detalle de que era mi madre, pensó que sería una idea genial gritar: “El café sin azúcar es como tener la mamá pero muerta” 


Otra historia que muestra el talante de mi sobrino es cuando en una de sus borracheras atroces y vergonzosas valoró positivamente el estar en el matrimonio de una de sus primas (mi hija mayor) y proceder a meterse en el baño con una de las damas de honor, nos dimos cuenta porque el novio de la muchacha no paraba de buscarla por toda la fiesta, al encontrarlos empezó una de esas peleas infelices que arruinan cualquier celebración; aún así me tomé la molestia de llevarlo a su casa, porque el show debía continuar, y no perdió la oportunidad de vomitar la tapicería de cuero de mi camioneta; cuando le reclamé solamente me contestó: “Mejor afuera que adentro” 


Para cerrar le recomendaría que no contrate a esta persona, se va ahorrar usted un montón de dolores de cabeza, preocupaciones y se curará en salud. Le puedo garantizar que existen personas mil veces más calificadas que mi sobrino para asumir tremenda responsabilidad, y es verdad que familia es familia, pero muchas veces esa familia termina siendo un tormento.


Sin más nada a que hacer referencia, se despide el abajo firmante 





Aparicio Bermúdez”


Cuando terminé de leer la carta no podía pensar en otra cosa que ir a partirle la cara al tío Aparicio, solamente le había pedido que se apiadara de mi realidad y me ayudara a salir de la misma, el realmente no ganaba nada haciéndome esto y la única certeza que daba vuelta a mi cabeza era que nunca conseguiría ese trabajo, nunca acabaría por dar el paso que consideraba necesario para cambiar mi vida y empezar el proyecto de la normalidad, de la dignidad, de la familia; ahora debía seguir en mi trabajo de mierda, soportando a mis compañeros de mierda y asumiendo que tendría una vida de mierda, lo único que le pedí fue un par de mentiritas piadosas y acabó asesinando mi futuro con un lote gigante de verdades destructivas. 


Pero la vida tiene una manera de expresarse que muchas veces no comprendemos y esta fue una de esas; la semana posterior al envío de mi sentencia de muerte firmada por Aparicio, estaba terminando mi jornada laboral en la oficina cuando recibo una llamada de un número internacional, era obvio que no era esa empresa la que me llamaba, nadie quiere contratar a un borracho que se cree un payaso; pero ahí estaban ellos, llamando y consultando cuando sería posible tener otra conversación un poco más personal porque luego de recibir la carta firmada por Aparicio Bermúdez honestamente no dejaron de pensar en mí. Primero porque desconocían la capacidad de ironía y gran sentido del humor que tenía mi tío y porque nadie nunca, jamás de los jamases, había sido referenciado de una manera tan original.


Pasado un mes ya estaba en España, sentado en mi nueva oficina y organizando la vida que quería tener, enfrentándome a nuevas circunstancias y adaptándome en una sociedad nueva, donde no era la persona que describió Aparicio Bermúdez en su carta, sino más bien era una persona que buscaba ser la antítesis de ese personaje que ahora solamente vive en los vastos jardines sin aurora donde no es más que una piedra sepultada entre espinas.





Jesús Pérez Avendaño
Montevideo, 2021

Comentarios

  1. Excelente! Escrito con un lenguaje impecable que atrapa. Espero el próximo y la antología

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Desapego

La esquina de Amador

La vejez