La vejez

Hay ocasiones en las que miro hacia atrás y pienso en lo terriblemente hermosa que fue mi vida, tuve una  bella esposa que me supo acompañar hasta el día de su muerte, tres hijos que de vez en cuando me dan una visita desabrida y el placer de saber que hice siempre lo que quise. Viéndolo desde un punto de vista generalizado tuve un camino sin muchos contratiempos; Mariana, mi ahora difunta esposa, siempre me jodía diciendo que nací en cuna de oro y que en mi camino habían menos piedras que en una alfombra roja, lo cual para ser justos es totalmente cierto. Para empezar la conseguí a ella, la mujer más paciente conocida en cualquier parte de la tierra, con una dedicación y pasión para atender a su familia que resultaba abrumadora, y además era portadora de una belleza impresionante que opacaba incluso a los arreboles diáfanos que engalanaban los atardeceres cuando íbamos a cenar a algún lindo restaurant. Mis padres me dieron todo lo que quise y más, sin preguntar y sin preocuparse mucho, ellos nunca se molestaron en juzgarme, siempre se limitaron a quererme. Mis tres hijos son profesionales que ejercen y se destacan en sus distintas disciplinas, tienen una vida tan ajetreada que claramente no tienen tiempo de venir a pasar tiempo con este viejo y además tuve mis amoríos perdidos que me habría encantando poder reencontrar.  

Cuando estas casado y el amor se ha transformado en una linda costumbre, todos los días son muy parecidos, los aconteceres toman una ordinariez casi inmediata y los gestos románticos pueden desaparecer, o lo que es peor aún, pueden tornarse rutinarios. Sin embargo también tiene su parte cándida el envejecer enamorado, tienes una confidente leal, una compañera fiel y una capacidad para comunicarte con gestos y miradas que solamente se consigue luego de dormir juntos por más de veinte años. Y curiosamente ahora que soy un viejo viudo veo que cada día es más complicado que el otro, porque debo acostumbrarme a cubrir esos espacios que dejó Mariana y afrontar su ausencia de la mejor manera posible. He tenido mis etapas de superación en estos dos años que han pasado desde su partida, empecé reparando cada pequeña cosa que había descompuesta en la casa, o al menos intentándolo, con métodos totalmente empíricos y fracasando la mayor parte del tiempo, luego me dediqué a visitar plazas y caminarlas, muchas veces veía a Mariana cruzar la calle alejándose de mí, las primeras veces pensaba que estaba loco y me acercaba lo suficiente para darme cuenta que no era ella, otras veces me sentaba en un banquillo y súbitamente su aroma rebotaba en mis narices, sin pedir permiso y sin darme concesiones, cuando empezó a repetirse de manera frecuente me di cuenta que era hora de abandonar esta practica. Luego empecé a ver películas, muchas películas que nunca pude ver con Mariana porque sufría una suerte de narcolepsia selectiva, era imposible, corrían veinte minutos de película y ya ella roncaba con su cabeza recostada de mi hombro. Luego me aburrí de ver películas solo porque no encontraba con quien comentarlas, por lo cual empecé mi nuevo pasatiempo, mucho menos digno que los antes mencionados, pero mucho más importante para mí en ese momento: Coger con putas 
 
Llegué a esta situación por las extrañas curiosidades de la vida, en una de esas caminatas donde me encontraba a Mariana y su aroma se me impregnaba en las narices, un buen muchacho que vestía totalmente de negro me dio un papel de alguna publicidad que supe guardar en mi abrigo y que olvidé por completo, un día buscando un poco de efectivo me encontré con el papelito que era de un reconocido prostíbulo de la ciudad, con las mejores mujeres que garantizaban un rato de placer y condiciones higiénicas, además que tenían promociones para personas de edad avanzada como es mi caso, así que un buen día y tomado de la mano de la diosa curiosidad, me armé de valor y decidí asistir a mi primer encuentro con una trabajadora sexual. Era algo totalmente nuevo para mí esto de pagar por sexo, de hecho no tenía demasiadas ganas de hacerlo, pero la soledad a veces te hace tomar decisiones impulsivas y honestamente ya estaba muy viejo para tener este tipo de conflictos de moralidad, además que podía hacerlo sin sentirme culpable, ya a esta edad eso del amor es inalcanzable, en mi caso tuve la suerte de vivirlo plenamente y con una gran persona, pero ahora también merezco tener algún tipo de entretenimiento. 

La primera vez que fui al sitio me tomé la molestia de perfumarme y estar tan presentable como quien va a una primera cita, que en esencia era lo mismo que iba a suceder pero con un guion ya escrito, un final que se sabía anticipado pero que seguía generando el mismo nerviosismo de una primera cita; la sensación fue interesante, tenía muchísimo tiempo sin sentir este tipo de convulsiones en la boca del estomago, la aventura de acercarme a una "Casa de masajes", era un encuentro de emociones y sensaciones que me motivaron a seguir adelante, nunca lo había hecho antes. Cuando entré al sitio me recibieron de manera muy elegante y me ofrecieron algo para beber, pedí un whisky irlandés y a la pelirroja que estaba en la esquina. Mariana era una mujer divina, de tez nívea y cabellera oscura, siempre le sugerí que se tiñera de rojo, o un color rojizo cuando menos, pero ella era muy delicada con su hermosa cabellera y siempre hizo caso omiso a mis peticiones. Me presentaron a la pelirroja y me dijo que se llamaba Suspiro, supuse de inmediato que era un nombre falso pero no me importó, solo su apodo tenía una carga poética y semántica tan imponente que literalmente conjugaba a la perfección con esa veinteañera de cabello rojo, tez pálida como la de Mariana y un culo parado que realmente te ponía en necesidad de suspirar. 

Pasamos a la habitación y mi corazón estaba tan acelerado que me preocupé por mi salud, tengo más de setenta años y me voy a acostar con una muchacha por lo menos cuarenta años menor que yo, que tiene una figura hermosa y que además no he tenido ni que invitar a cenar, estoy consciente que el día de mañana no la tendré que llamar, no tendré que pasar por la incomodidad de conocer a sus padres y pedir su mano como se hacía en mis tiempos, y no tendré tropezarme con la roca inerte de las expectativas, después de todo se supone que así es esto, entrar y salir, pisar y correr, touch and go. Cuando se sacó el diminuto vestido escarchado que apenas cubría esas pequeñas partes humana que tenemos pudor de exhibir, me di cuenta que tenía una experiencia que me intimidaba y me embelesaba a la vez, Suspiro era una completa profesional en lo que hacía y se le notaba el oficio, hizo una pequeña danza seductora mientras se acercaba a mi tímida humanidad y puso su nariz contra la mía, respirándome con un poco más de intensidad me dijo: 

  • ¿Qué quiere hacerme hoy papito? 
A lo que le respondí con una honestidad y una confianza desmerecida: 

  • A ti Suspiro, me encantaría hacerte de todo, pero tengo algunos años de más que me limitan a ciertas cosas. 
  • Pero no se preocupe, que luego que entremos en confianza la vamos a pasar rico. - Me respondió muy cerca de mi peluda y desprolija oreja
Besos yendo y viniendo en todas partes, ella se portaba como si fuera el único hombre del mundo, se le notaba voraz, altiva, decidida a hacer bien su trabajo; calculo que Suspiro era de ese tipo de personas que se toman muy en serio sus oficios y siempre desea que los resultados sean óptimos porque en serio se notaba preocupada y decidida a que esa noche fuera la mejor de mi vida. Pero lamentablemente esa noche fue la peor para mí, por más ímpetu puesto por la muchacha de nombre falso no logré tener una erección, supongo que eran los nervios o que soy un veterano de más de setenta años que además no tomó una pastilla azul para garantizar la faena, lo cierto es que terminé cruzando unas intermitentes palabras con Suspiro que obviamente no estaba dispuesta a abrirse (emocionalmente) con un viejo de mis características. Salí de ahí con dos cosas en mente: tenía que volver a ir con Suspiro y más nunca podía desperdiciar esa cantidad de dinero, la próxima vez se me tenía que parar, si o si. 

Volví a los dos días pero con otro perfume, la memoria olfativa siempre me supo acompañar durante toda mi vida y sabía que si me paseaba suspirando por el mismo burdel impregnado de aquella fragancia, muy probablemente tendría el mismo resultado catastrófico, por más que ya me hubiera venido con un viagra tomado y tuviera otra pastillita en mi bolsillo en caso de que fuese necesaria. Así de románticos nos ponemos los viejos, aún tenemos tanta fe en nuestra virilidad y en nuestro sistema cardiaco que creemos que nuestra escuálida humanidad puede aguantar dos dosis de viagra, pero ahí estaba, puesto para dar pelea. Rechacé el primer whisky y la señalé en la barra, era claro que me miró de soslayo al entrar porque cuando la señalé volteó con cara de emoción y de reto, se levantó y me tomó de la mano para subir a la habitación. Me gustaba esta mujer decidida, que me hamaquea y toma decisiones por mí, claramente es porque yo no le importo para nada, pero me resultaba tan atractiva esa actitud despotricada de Suspiro que por claras razones pensé en Mariana; ella era totalmente opuesta en el sentido del sexo, totalmente complaciente y obediente, dispuesta para mí a manera plena pero con las limitaciones creativas que tuvo siempre nuestra reprimida generación, la única vez que intentamos hacer un "69" terminamos en la emergencia luego de que sin intención Mariana se desmayara por un rodillazo que le acerté en el costado de su cabeza, por suerte se despertó del desmayo a los dos minutos, porque me había mordido la mitad de mi pene y sangraba horrores. 

Y mientras yo pensaba en Mariana y en nuestra rutinaria vida sexual, poco variante y muy conservadora, ya tenía una erección a medio andar, benditos gringos dije para mis adentros, y deje de pensar en Mariana para mirarle el culo a Suspiro, ese tumbado que solo pueden ofrecer las caderas de una veinteañera delgada y bendecida, las seguía en sus vaivenes acelerados que acababan por mover toda mi humanidad. Entramos a la habitación y como por arte de magia entró el aroma de Suspiro en mis narices, olía a pacholí del barato; por más que intenté revivir la pasión de la caminata, me di cuenta que el olorcito que emanaba el hermoso y perfecto cuerpo de Suspiro terminaba por opacarle los atributos, intenté todo menos tomarme la segunda pastilla, me parecía un exabrupto abismal. Por eso mientras me vestía, derrotado y descompuesto, le aclaré:  

  • Tú estas perfecta, el que está mal soy yo, disculpa - le dije con más pena que gloria
  • Pues yo ya me di cuenta. ¿No ve que hay como veinte espejos a nuestro al rededor? Yo sé que estoy perfecta y que estoy divina, pero no se preocupe que puede venir cuando quiera, podemos intentar las veces que quiera. - Me respondió con un tono sutilmente irónico, era obvio que me estaba mandando al carajo.
  • Bueno pues muy bien Suspiro, será en otra oportunidad. - Y me alejé sin decir más. 
La tercera es la vencida, fue lo primero que dije al despertarme luego de ese fracaso estrepitoso, tenía una acidez rara, de las que suben hasta el pecho, probablemente ocasionada por la pastilla; tomé una manzanilla y me senté a meditar en el medio del living. Bajé la cabeza y así como estaba, totalmente desnudo, empecé a gritarle a mi pene cicatrizado: "Tu no me puedes hacer esto." "Ni ayudado." "Yo se que no tenemos 20 años, pero vamos a ponerle ganas por favor." Parecía un técnico de fútbol en charla de entretiempo, entre puteando y arengando para subir el ánimo, lo hice porque al verme en ese estado emocional pensé como pensaría cualquier persona latinoamericana amante del fútbol: ¿Qué haría el Doctor Salvador Bilardo? Y bueno, ahí estaba gritándole a mi pene en el living de casa luego de tomar una manzanilla. 

Luego de la charla era momento de salir a jugar el alargue, me di un baño de agua caliente, casi hirviendo, para ayudar a mi sistema circulatorio, me puse mi par de medias que me ayudan con la circulación y salí a la calle a comprar un par de cosas: Más viagra y dos nuevos perfumes. Lamentablemente iba a tener el mismo problema de la segunda vez que intenté encontrarme efectivamente con Suspiro, su olor a pacholí barato mataba cualquier pasión que hubiera en el ambiente. Le compré a Suspiro un perfume caro, de esos que le gustaba usar a Mariana pero que ella misma se pagaba, le daba vergüenza o pudor que su marido le comprara cosas de uso personal, ella me decía que su perfume era lo más personal que tenía porque le daba un sentido distinto a su presencia, y tenía mucha razón, siempre estaba perfumada, incluso en los tiempos más cercanos a su muerte; yo por otro lado compré uno barato, pero la idea de comprarlo era solamente engañar a mi maldita memoria olfativa y también volver a esos momentos cuando era joven no podía comprarme perfumes caros. 

Me acerqué temprano al establecimiento donde trabajaba Suspiro y le dejé el perfume con una nota escrita: "Suspiro, espero sepas aceptar este perfume, hoy pasaré por acá a las 9:00 p.m como en mis dos otras visitas, esta vez tengo todo preparado y espero que al momento de mi llegada, pueda sentir esa fragancia saliendo de tu cuello." Fui bastante explicito en la nota para que no hubiera confusiones, esperé que pasaran las horas, ansioso, y me tomé viagra y medio antes de ir a encontrarme con Suspiro. La acidez se puso intensa pero la ignoré, me puse mi perfume, el barato y juvenil, y salí al encuentro de la pelirroja de nombre falso en la que había tirado tanto dinero y que ahora sí, después de dos intentos, iba a poder conocer a profundidad.

Al llegar al sitio Suspiro no estaba en la barra y no sentía el perfume caro por ningún lugar, consulté a la persona que te recibe y me dijo que estaba esperándome en la habitación de siempre, no se de donde saqué fuerzas pero tuve que haber roto un récord olímpico en la categoría de encontrar una habitación para tener sexo, abrí la puerta con el corazón bastante agitado y ahí estaba ella mirándome, mirándome con una intensidad que me resultaba familiar y que logré identificar casi inmediatamente, así me miraba Mariana cuando tenía ganas de hacer el amor, una mirada de gata que mira a su presa y que se sabe victoriosa, Mariana incluso esbozaba una sonrisa pícara porque sabía que con esa mirada penetrante, a mí ya me venían las ganas de penetrarla a ella; pero como la sangre es complicada y toma rumbos extraños, no tuve el mismo resultado con Suspiro, que claro que me hacía suspirar pero no endurecía nada que valiera la pena estar duro. 

Sin embargo no me rendí solamente con esa mirada y procedí a acercarme y a besarla por todos lados, tocarla en todos lados, y a suspirar por todos lados; en determinado momento logré percatarme que la erección estaba y que no había nada ni nadie que la pudiera parar, intenté hacer una maniobra y fue Suspiro la que se me adelantó: Me puso boca arriba con mis extremidades explayadas, puso un condón en mi miembro cicatrizado y mientras lo hacía me preguntó: 

  • ¿Qué te pasó ahí?        
  • No preguntes tanto que vamos a perder esta chance. - Le dije con el corazón a punto de reventar

Siempre se dice que la felicidad es efímera pero nunca supuse que tanto, a pesar de haberme tomado pastilla y media de viagra y diseñar un ambiente conceptual ideal para poder tener sexo como una persona normal, la realidad terminó defraudándome de tal manera que fue una suerte de cachetada de plomo. Nuestro encuentro sexual terminó siendo de dos minutos, ni bien Suspiro se acopló a mi pene e hizo demostración de un par de movimientos de cadera y que este envejecido cuerpo se sintiera en el paraíso, ya sentía venirse el éxtasis que indica la eyaculación, lo más triste del caso es que sabía que no se me iba a parar más en toda la noche y tendría que abandonar el sitio donde esta pelirroja preciosa me hizo feliz dos minutos. Además, el orgasmo masculino tiene la condición maldita de que no se puede esconder, es vistoso, acuoso, llamativo, y es más que obvio cuando el miembro deja de estar erecto. 

Me puse triste como habría de ponerse cualquier ser humano que sabe que está condenado a no volver a encontrarse con Suspíro, pensé en invitarla a comer un día, que pasáramos juntos, pero ya era muy indigno de mi parte tener que venir a encontrarme con una trabajadora sexual y que además acabara por enamorarme de ella, por más hermosa y fogosa que fuera, era un completo despropósito pretender otra cosa que la vulgar realidad que me había tocado vivir, ella se ponía el vestido y yo la miraba, se arreglaba el cabello y la miraba, se miraba en el espejo y yo la miraba a ella; hasta que se acercó a mí con una sonrisa en su rostro. Cada paso que daba lo sentía mi corazón, como si su pie tocando el piso de madera moviera estruendosamente la acidez, que me invadía ahora desde mi cintura hasta el cuello; Suspiro se puso lo más cerca que pudo de mí y sin que nadie se lo preguntara me dijo: 

  • Gracias por el perfume que me regalaste, debes tener un gran olfato porque es el que uso siempre para trabajar, de verdad es usted todo un detallista. - Y me besó los labios que imagino habrá sentido como dos cubos de hielo.
  • Antes que te vayas... ¿Me puedes decir cuál es tu nombre real? - Dije entre suspiros agónicos
  • Mariana - me dijo - ¿Usted se siente bien? - Ahora alarmada
  • Que lindo nombre.- Le susurré 
Y mientras veía la cara de esa muchacha transformarse en un poema, transformarse de la picardía a la angustia, pude darme cuenta que había sido una pésima idea tomar esa cantidad de pastillas azules en tan poco tiempo, que sería una vergüenza terrible para mis hijos venir a buscar mi cadáver en un burdel, y que logré sentir como en la parte izquierda de mi pecho algo dejaba de funcionar. Así que cerré los ojos y me dejé ir pensando en Mariana.



Jesús Pérez Avendaño
Montevideo, 2022   

 

      

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Desapego

La esquina de Amador